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No estábamos preparados. Educación y Pandemia

Por Paula Rossetti

A pesar de tener el privilegio de haber vivido estos últimos meses sin el virus, no hemos estado ajenos a una realidad nacional, e incluso planetaria, y es que los niños, jóvenes, profesores y padres, debieron adaptarse vertiginosamente a nueva realidad. Un panorama impensado hace unos meses y definitivamente ante el cual estábamos absolutamente desprevenidos.

Un día después que se decretara la Fase 3 en Chile para la contención de la epidemia de Covid-19, distintas autoridades anunciaron el cierre de los establecimiento educacionales, y Rapa Nui no fue la excepción, también entró el pánico. Clases suspendidas, una gran cantidad de familias intentando seguir las indicaciones de los profesores, una gran cantidad de profesores intentado dar soluciones pedagógicas “on line” para sus queridos estudiantes, una gran cantidad de estudiantes, expectantes, preocupados, aburridos, intentando hacer “algo”.

“Día 1: Amanecimos en cuarentena, nadie sale, nadie entra. Aprovechamos de levantarnos un poco más tarde, ya veremos como se viene el día. Hicimos una lista de los víveres que nos quedan, oh no! Casi no queda papel higiénico…. Aproveché de limpiar la pieza, la cocina, el baño, la bodega. -“Juanito, levántate, Hay que hacer las tareas!! – “mamá, un rato más, además no cacho nada de matemáticas” – Uf yo tampoco pensé….

Día 2: La profesora nos manda las actividades de la semana, las guías se ven muy lindas, se nota el trabajo. Debemos conectarnos a internet para bajar las actividades, y ver un par de videos explicativos. -“Mamá…!! El internet está muy lento, no se baja nada, qué hago?”

Día 3. –“Mamá, no entiendo nada, además me duele la guata, la cabeza…. me siento mal”. -“Has lo que quieras hijo, yo solo quiero dormir, estoy preocupada, no sé hasta cuando dure esto, no tengo trabajo, no vienen aviones, todo está más caro, no sé que va a ser de nosotros.”

¿Le sonó familiar?. Lo cierto es que de un día a otro, los colegios también se cerraron en Rapa Nui y de pronto, las familias se vieron con los críos 24 horas en casa, y al parecer, no todos estaban preparados….

No estaban preparados los profesores, a quienes se les pidió que rápidamente priorizaran ciertos objetivos y contenidos, de tal manera de garantizar aprendizajes significativos en sus alumnos. Luego, debían preparar –maratónicamente- las famosas GUÍAS, y enviarlas a la brevedad, para que los estudiantes pudieran “mantener su ritmo de estudio”, no atrasarse y no “perder el año”.

No estaban preparados los padres, quienes debieron organizar a los niños en casa, pero no eran niños de vacaciones, sino que niños a los cuales había que ayudar en sus tareas, además de entretener.

No estaban preparados los estudiantes, acostumbrados a un sistema que no fomenta la autonomía, donde rige la estructura, en donde se le ha acostumbrado a seguir instrucciones, sin muchos cuestionamientos. Ahora, debían hacerse cargo de sus estudios, organizar su tiempo, investigar, resolver las guías, aprender y manejar sus emociones, sus temores, su angustia e incertidumbre.

Podrán quizás, estar de acuerdo conmigo, en que no estábamos preparados… Pero, ¿pudimos haberlo estado?

Como sistema educativo, llevamos años desempoderando a las familias de su rol de educadores, haciéndoles creer que la única forma de educar a nuestros niños es al interior de una escuela formal, en donde además, se le han sumado horas presenciales –jornada escolar completa- que le ha restado horas al esparcimiento, el descanso o simplemente el ocio en familia.

También es cierto, que en nuestro sistema económico, la escuela viene a ser la gran “guardería”, que alimenta y cuida a los niños mientras los padres deben trabajar, cierto y tan cierto también que producto de la pandemia y el confinamiento, estas familias, en su mayoría “desempoderadas” de su rol de padres educadores, se vieron sobrepasadas, con estos niños, -sus niños y jóvenes- todo el día en la casa.

¿Y qué pasó con el currículum? ¿Efectivamente, los aprendizajes logrados por nuestros estudiantes, los tenían preparados para enfrentar esta Pandemia?.

El Currículum no es otra cosa que, primero, la idea que una sociedad tiene de si misma y segundo, de la estructura de conocimientos y habilidades que esta sociedad cree que se debe tener para hacer frente una realidad determinada. A pesar de los cambios vertiginosos, de la globalización, de la revolución tecnológica, de la incertidumbre que acarrea los tiempos modernos, el currículum, en muchos aspectos, ha seguido enclaustrado entre cuatro paredes, en las paredes de algunos “expertos”, que parecen no mirar hacia afuera. Prueba de esto, los polémicos cambios curriculares de los últimos años en nuestro país, la reducción de horas de educación física, las escasas horas de tecnología, historia, filosofía, ni hablar del arte y menos aún de los objetivos transversales, tierra de todos y finalmente de nadie y justamente pensados originalmente –y con buenas intenciones- para contribuir en una formación más integral de nuestros estudiantes.

La pandemia vino a develar también, una crisis curricular, y para alivianar la tarea, aparecen entonces los denominados “Priorizados”, aquella propuesta del Ministerio que permite a los establecimientos educacionales priorizar el currículum, revisando y dejando única y exclusivamente aquellos objetivos y contenidos de “mayor relevancia”, pertinentes y contextualizados, sin embargo, aún centrados en las asignaturas y en las competencias cognitivas.

¿Será esta pandemia una oportunidad de re-pensar la arquitectura del currículum, para abrir la posibilidad de trabajar el saber desde una perspectiva más integrada? como señala el Movimiento 2020.

Esperemos que sí, pues claramente así como estábamos, nadie estaba preparado. Sin embargo pudimos haberlo estado, si verdaderamente hubiésemos desarrollado un currículum pertinente, centrado efectivamente en la persona – en todas sus dimensiones- y en la realidad actual del mundo, cambiante e incierta.

El conocimiento fragmentado no nos permite abordar los problemas globales. Es necesario aprender a aprender. Enseñar métodos que nos permitan conectar los conocimientos y habilidades, en un mundo complejo.

Habría que enseñar principios de estrategia que permitan hacer frente a los riesgos, lo inesperado y lo incierto, preparar nuestras mentes y poder afrontarlo. Es necesario, como señala Edgar Morin, “aprender a navegar en un océano de incertidumbres a través de un archipiélago de certezas”.

Esta pandemia nos ha enseñado, que tantas horas en la escuela no garantizan aprendizajes significativos para nuestras vidas; que el arte, la filosofía o la historia, tienen tanta relevancia como las matemáticas y las ciencias a la hora de enfrentarnos a nuestra realidad compleja e incierta; que las habilidades emocionales también pueden enseñarse y son tremendamente necesarias, y no sólo como parte de un “discurso alternativo” o “new age”, ante las “magnas” asignaturas tradicionales.

A ver si aprendemos un poco, y apostamos por una nueva educación. Que de algo haya servido esta pandemia.

“A las ciencias le corresponde explicar qué es el Coronavirus, cómo se originó y evolucionó, cómo se transmite, qué es la mutación, que es una vacuna, etc. A la Historia y a las Ciencias Sociales le corresponde pronunciarse sobre las decisiones que los Estados han tomado para atender la pandemia. Además, para mostrar como esta ha dejado al descubierto las inequidades, injusticias, la pobreza y miseria en que han vivido parte importante de la población muchos antes de la peste y, como se agravará en el futuro cercano la cesantía, el desempleo, el hambre etc. Le corresponde a la Filosofía y a la Psicología contribuir a comprender el comportamiento humano durante la pandemia. Los miedos y las agresiones, la obediencia y la desobediencia, la solidaridad y la indiferencias, la confianza y la desconfianza, la discriminación y la tolerancia etc. El rol de la Matemática para predecir el curso de la enfermedad y su posible alcance. Y dar cuenta de la tasa de crecimiento de infectados, muertes, de la peligrosidad de la crisis y lo importante que es tomar medidas anticipadas. A las Artes, le atañe contribuir a que se expresen las emocionalidades y subjetividades a través de la creación sensible e imaginativa. Las artes son un antídoto en tiempos de caos, una hoja de ruta para mayor claridad, una fuerza de resistencia y reparación, creando nuevos registros, nuevos lenguajes, y nuevas imágenes con las cuales pensamos. Las Letras y el Lenguaje para motivar la escritura de ensayos, poesías relatos. La Literatura para motivar la lectura crítica, de obras que describen situaciones vinculada a pestes y sufrimientos, como, por ejemplo: «El amor en los tiempos del cólera» de García Márquez; «La Peste», Albert Camus; «La montaña mágica» de Thomas Mann y «Ensayo sobre la ceguera» de José Saramago. La Educación Física para controlar el estrés, para despejar la mente, para cuidar la salud.” Abraham Magendzo. Premio Nacional de Ciencias de la Educación 2017.


Proyecto Financiado por el FFMCS del Gobierno de Chile y del Consejo Regional

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