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Mujeres que cruzaron un océano: SILVIA DRAGO CORDOVA

En 1888 se registran 178 habitantes en Rapa Nui, 100 hombres y 78 mujeres.  Algunos de ellos dejarán descendencia, otros no. Algunos tendrán hijos con personas foráneas y poco a poco se ira construyendo una sociedad “mestiza” que dará origen a la sociedad rapa nui actual.

Parte de estas personas que llegaron desde otros territorios son mujeres, algunas estarán de paso, otras decidirán quedarse, tener hijos y hacer familia junto a hombres rapa nui.

Serán mujeres que, dejando su vida en tierras lejanas, optarán por vivir en una cultura diferente. Olvidarán algunas, otras vivirán en la añoranza, para algunas será más fácil para otras significará un gran esfuerzo, sin embargo, todas dejarán su impronta y la mayoría de ellas referirá el amor como la principal causa de la decisión de migrar a esta tierra lejana.

Muchas han permanecido en silencio, algunas han levantado su voz, otras simplemente observarán el paso del tiempo, trabajando, criando, y dando forma a una comunidad que a veces las olvida.

Hemos querido narrar parte de una historia no contada. La sociedad contemporánea rapa nui se ha conformado en gran medida producto de la unión con personas venidas de otros territorios y sus historias también son parte de la historia de Rapa Nui.

Estos relatos, en primera persona, son fragmentos de algunas de las entrevistas realizadas a mujeres foráneas, que establecieron vínculo con hombres rapa nui, que hicieron familia y se quedaron a vivir lejos de su tierra natal. Han sido realizadas por Ana María Arredondo, historiadora, y además madre, abuela y bisabuela de personas rapa nui.

SILVIA DRAGO CORDOVA

Nací el 10 de marzo de 1946 en Concepción y viví allí hasta los 12 años. Luego, mi familia se trasladó a Santiago cuando mi padre fue destinado a ocupar el cargo de jefe del SERMENA, el Servicio Médico Nacional. Mi padre, además de ser dentista, era profesor en la Universidad de Concepción y había sido jefe del SERMENA en Concepción. Mi madre siempre se fue dueña de casa.

Silvia Drago

Mi papa era de origen italiano, Mis abuelos llegaron a Chile en barco durante la Primera Guerra Mundial, huyendo de la guerra, al igual que muchos italianos que se establecieron en Argentina y Chile en ese período Mi padre era de una familia de 6 hermanos, 3 hombres y 3 mujeres. Él estudió en el Seminario en Concepción y cuando terminó sus estudios secundarios tuvo solo dos opciones, meterse a cura o quedar como laico. El eligió estudiar Odontología. Cuando terminó su carrera, como hermano mayor, debió ayudar a mi Nona para solventar los estudios de todos sus hermanos.  

Vivíamos muy cerca de la familia de mi padre y compartíamos mucho con ellos. Mi abuela dio las directrices de nuestra educación y la de nuestra primas, por ejemplo, todas las mujeres debían estudiar piano y los hombres violín.  Cuando salíamos de clases, todos los lunes, miércoles y viernes, debíamos irnos al conservatorio de música. El domingo, que era de reunión familiar, nos hacían tocar. En todas las casas de mis tíos había un piano.  Yo no seguí con el piano, pero si aprendí después a tocar guitarra, cuando aún estaba en el colegio.  

Toda mi enseñanza primaria, como se llamaba en esa época, la hicimos con mis hermanas en la Alianza Francesa, en donde aprendí francés, idioma que hablo hasta hoy.

Mi primera toma de contacto con la isla fue a través de los relatos de mi papá. Me contó sobre una isla en Chile donde se encontraban unas estatuas de piedra llamadas Moai. Además, en el Liceo, mi compañera Graciela Parragué, hija de Roberto Parragué, quien fue el primer aviador en llegar a la isla, también compartió sus experiencias. Aunque ella me habló sobre la isla, no profundizó demasiado en el tema.

Cuando llegamos a Santiago mi papá nos puso en el Liceo 1 de Niñas, que era un excelente colegio. En el Liceo conocí a dos personas que vivirían en la Isla tiempo después, María Cristina Núñez casada con Camilo Pakomio y Ximena Ainsa con Eugenio Huke. 

Cuando egresé del colegio, no quedé en la universidad, por lo que decidí realizar un curso de secretariado con taquigrafía. Además, contaba con conocimientos de francés adquiridos durante mi etapa escolar. Posteriormente, cursé tres años de enfermería en la Cruz Roja, obteniendo finalmente el título de enfermera. Realicé mis prácticas en el Hospital de la Universidad de Chile, J.J. Aguirre, y en la Posta Central.

En 1970 mi hermana Queca vino de vacaciones a la isla con una amiga mía de colegio. Mi amiga trabajaba en SERCOTEC. Conocieron en la isla a Blanca Teao.  Al poco tiempo, Blanca viajó a Santiago embarazada, a tener su guagua. Semanas después nos invitó al bautizo y ahí conocimos a toda la familia, entre ellos a David. Él estudiaba agronomía en la Universidad de La Serena y ese fin de semana se quedó en mi departamento y comenzó a llegar todos los fines de semana, iniciando así nuestra relación. 

Como estudiante, se venía a dedo desde La Serena y vivíamos juntos los fines de semana, pero después no quiso seguir estudiando y se vino a Santiago, comenzando nuestra vida juntos, hasta el día de hoy.

David se dedicaba a tallar y participaba en diversas exposiciones. Él realizaba sus obras en la casa, mientras que yo le ayudaba con el lijado. Siempre he disfrutado de las actividades manuales. Además, lo acompañaba a exposiciones de arte y ferias.

En 1975 vinimos a la Isla. Era febrero y al salir del avión todo se veía amarillo, y sentí una ola de calor. Yo no soy buena para el calor. Era como estar en un desierto.  Prácticamente no había vegetación. En la calle principal estaban las higueras que contrastaban con lo seco del paisaje, aún quedan algunas, desde ahí veías hasta Tahai.

Volvimos a Santiago, al poco tiempo quedé embarazada y nació el Hotu Iti.  Como yo trabajaba, David lo cuidaba. En ese momento mi hermana Queca estaba viviendo con Toteva Rapu y también quedó embarazada, un poco después de haber nacido Hotu Iti, nació Mahina. 

Un día David me dijo que quería irse a la isla, y me preguntó – ¿me sigues? -.  Será, dije, y así David se vino en barco en 1977 y al Hotu lo mandamos en avión con Claudio Tuki, marido de Carmela Pakomio.  Yo me la sufrí toda, pero no podía viajar porque debía esperar mi finiquito para no perder mis garantías. Aquí lo recibió la señora María, mamá de David y lo cuidó una prima de él, la Vovorito. 

No pude encontrar cupo en el avión para la fecha que quería, así que me iba al aeropuerto tratando de viajar y dos veces tuve que devolverme a la casa. Recién al tercer intento pude embarcarme. En esa época venía un avión a la semana y era un caos venir a la Isla.

David no tenía mucha pega, pero nada faltaba. Yo empecé a ayudar a mi suegra en la residencial que tenía, y como hablaba idiomas, fui un aporte, ya que la gran mayoría de los turistas que llegaba en esa época, eran extranjeros

A David lo contrataron como monitor de arte en el colegio. No era profesor, por lo que después de un tiempo le dieron la posibilidad de estudiar a distancia, y lo hizo, sacando el título de profesor y siendo contratado en el Colegio Público, en donde trabajó hasta que se jubiló.

Bueno, yo estaba enamorada y tenía claro que formábamos una familia y eso era lo más importante. Yo tenía claro que como fuera la vida en la Isla era lo que me tocaba vivir y aprender. A David lo educaron para sobrevivir, si había que cocinar, cocinaba, construía, si había que coser, cosía, si había que lavar, lavaba, planchaba y hasta la fecha hace de todo. Quizás se deba a que vivió gran parte de su vida, de niño y adolescente, con su madre.

Yo tuve siempre la ayuda de David, faltaban cosas, pero uno se adaptaba, es decir, no estuve sola y no valía la pena ponerse a pensar en tus carencias. Yo todos los días horneaba cositas dulces para los niños.  Cuando no había pan, horneaba el pan.  Solo había un par de negocios, el Álvarez, el Auco y el negocio de los Tepano, que estaba más lejos y no siempre tenían lo que uno necesitaba.

Estuve 10 años sin ir al continente. Esto significó no ver a mi familia y cuando fui, fue en parte porque debía ver mi prótesis para renovarla, arreglarla.  Aquí caminaba mucho. No podía andar a caballo y debía llevar a los niños caminando al Hospital, cruzando terrenos irregulares ya que las calles eran muy pocas, llevarlos al jardín y después al colegio. No había taxis.

En el sector donde vivíamos había muchos niños, los de Salvador Atan, los de Sergio Rapu, los de la Blanca y todos jugaban. No estaban las calles de hoy, era un gran terreno. Llegaban del colegio y se iban todos a la playa, invierno y verano. Una vida sana. David, además sembraba hortalizas y teníamos para el consumo de toda la familia.

Si a veces alguien reclama del sistema de vida, yo les digo, tú te viniste porque querías, así que asume.  Uno vino a convivir con otra cultura y uno no puede venir a criticar un sistema. Por supuesto que uno aporta lo que uno ha traído, pero sin drama. En una relación de dos personas, con culturas diferentes, uno debe amoldarse y dirigir por aquí por allá algunos aspectos, que tu consideras importantes que deben existir en tu familia.

Poco tiempo después se hizo la filmación de la Teleserie Iorana y de la película Rapa Nui, de Kevin Costner, que tuvieron un impacto en la población, hubo trabajo muy bien remunerado, lo que le dio la posibilidad a mucha gente de mejorar su estándar de vida, pero también a desear cosas que no eran tan importantes. Ayudaron también a dar a conocer más la isla en el exterior. 

Debo reconocer también que el papel que el Hotu, mi hijo, tuvo en sus programas de televisión, ayudaron a crear un interés por venir a la Isla.

Pero lo más importante han sido, mi hija, Avareipua y mi hijo, Hotu Iti.  Ellos terminaron sus estudios y estudiaron en la universidad. Hotu se tituló de Ingeniero Comercial y Avi de Ingeniera en Alimentos.  Ambos están casados.

La mayor de mis nietas es Vaimiti, prácticamente la criamos nosotros ya que Avi fue a estudiar. Ella ya terminó sus estudios de colegio, pero no quiso seguir estudiando en la universidad.  Se fue a Hawaii por nueve meses a estudiar inglés. Después volvió a la Isla y Lynn Rapu le ofreció ir a Hawaii a estudiar Navegación Ancestral. Ella feliz aceptó y se fue con él junto a una compañera de curso del colegio. Cuando volvió, Lyn Rapu le ofreció navegar en la Kuini Analola, el catamarán que hicieron en la isla de Quellón, en Chiloé. Su experiencia fue maravillosa y creo difícil que estudie algo porque empezó con esto que le ha encantado.  Imagínate que Nainoa Thomson le mandó una carta para invitarla a navegar con la Hokulea de Hawaii a Tahiti.

Los demás nietos están más chiquititos.

La isla me enseñó a convivir con todo tipo de gente, sin distinción social. En el colegio, en las reuniones de apoderados, convivías con toda la gente que vivía en la Isla, rapa nui y continentales, éramos todos iguales.

Espero lo mejor para la isla en el futuro. Hoy estamos solos y la vida se ha simplificado. No hay nada que nos complique. Comemos lo que haya, cocina David o yo, si no quiero, no lo hago. David prepara sus sopas de pescado, que nunca faltan.

Estoy orgullosa de mi hijo Hotu Iti quien fue elegido diputado y es el primer rapa nui con un cargo de esta envergadura.

Agradecida de haber hecho una vida feliz y tranquila en una isla maravillosa, disfrutando de mis hijos y hoy de mis nietos, que se integran a los deportes y a conocer su cultura, que espero perdure para siempre.

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