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Mujeres que cruzaron un océano: LÍA INES HERNANDEZ BAHAMONDES

En 1888 se registran 178 habitantes en Rapa Nui, 100 hombres y 78 mujeres.  Algunos de ellos dejarán descendencia, otros no. Algunos tendrán hijos con personas foráneas y poco a poco se ira construyendo una sociedad “mestiza” que dará origen a la sociedad rapa nui actual.

Parte de estas personas que llegaron desde otros territorios son mujeres, algunas estarán de paso, otras decidirán quedarse, tener hijos y hacer familia junto a hombres rapa nui.

Serán mujeres que, dejando su vida en tierras lejanas, optarán por vivir en una cultura diferente. Olvidarán algunas, otras vivirán en la añoranza, para algunas será más fácil para otras significará un gran esfuerzo, sin embargo, todas dejarán su impronta y la mayoría de ellas referirá el amor como la principal causa de la decisión de migrar a esta tierra lejana.

Muchas han permanecido en silencio, algunas han levantado su voz, otras simplemente observarán el paso del tiempo, trabajando, criando, y dando forma a una comunidad que a veces las olvida.

A través de estas entrevistas hemos querido contar parte de una historia no contada. La sociedad contemporánea rapa nui se ha conformado en gran medida producto de la unión con personas venidas de otros territorios y su historia también es parte de la historia de Rapa Nui.

Estos relatos, en primera persona, son fragmentos de algunas de las entrevistas realizadas a mujeres foráneas, que establecieron vínculo con hombres rapa nui, que hicieron familia y se quedaron a vivir lejos de su tierra natal. Han sido realizadas por Ana María Arredondo, historiadora, y además madre, abuela y bisabuela de personas rapa nui.

LÍA INES HERNANDEZ BAHAMONDES

Nací el 6 de febrero del año 1958.  Toda mi niñez y juventud la viví en Santiago, aunque mi familia es originaria de Concepción.

Lía Hernández

Soy de padres separados, hija única y mi mamá me crió sola, algo difícil para esa época. Ella creció en el campo junto a una familia de hermanos, padres y tíos. Eran 6 hermanos.

Los estudios básicos los hice primero en un colegio de monjas y luego mi mamá me cambió porque rezábamos todo el día y me puso en un colegio mixto para poder compartir también con niños. Ahí estuve de medio pupila, porque era muy mañosa para comer, y mi mamá me dijo – para que aprendas a comer-.  En primero medio me fui a un colegio de mujeres, el Liceo 5 de niñas en Portugal. Terminé el cuarto medio y entré a estudiar Administración en Industria de Alimentos en la Universidad de Santiago (USACH), ahí alcancé a estar dos años porque me vine a la Isla.

Cuando era chica veía una serie de Televisión que se llamaba “Aventuras en el paraíso”, en donde mostraban muchas islas del Pacífico preciosas, y mi sueño era ir a una de ellas. También me gustaban las películas de nativos americanos y siempre pensaba que quizás había tenido un antepasado de esos lugares. Así nació en mí el sueño de la aventura y el de conocer otros lugares.

Un día una tía supo de un evento en donde se presentaría un grupo llamado “Los amigos de Tahiti” o algo así, que tenía un director continental y además se haría un curanto. Yo no quería ir, pero mi tía y mi mamá me obligaron ya que nunca me dejaban sola. Así que ahí llegamos y me encontré con un grupo de gente vestida con trajes típicos, toda una novedad para mí y hablando en otro idioma. Me llamó mucho la atención. Ahí conocí a Juan, curiosamente él tampoco quería ir, pero sus hermanos lo llevaron. Él me sacó a bailar y ahí empezó todo. Desde 1975, fecha de este evento, hasta el día de hoy. Después de ese encuentro nos seguimos viendo, él estaba estudiando en la Universidad de Católica en la Escuela de Ingeniería.

En 1977 nos casamos por el civil y por la iglesia, en Santiago. En esa ocasión estuvo mi familia y fueron muchas personas de la familia de Juan.  Ese mismo año, y como Juan ya estaba recibido, le pidieron venir a la Isla a formar la oficina de SERNATUR y hacerse cargo de la televisión local, “Mata o te Rapa Nui”.  Lo llamaron de La Moneda y tuvo que asumir estas funciones. Así es que ese año nos vinimos.  Ya había nacido Lía, tenía 3 meses.

En esa época había sólo un avión en la semana. Mamá Veri, abuela de Juan, estaba aún viva y cuando llegué, antes de morir, me anunció la llegada de mi hijo Iovanni.

La familia me recibió muy bien. Yo llegué con la idea que venía a un lugar como campo. En Santiago, al vivir con mis cuñados, me había hecho una idea de la Isla, ellos me habían contado muchas cosas y venía preparada. Todos me estaban esperando, mi suegro, mi suegra y mis cuñadas, que hoy son como mis hermanas. Hasta el día de hoy me han acogido, querido y siento que ésta es mi familia.

Yo era muy joven así que todos estaban muy pendientes de mí. En esa época ya existía la empresa de turismo “Mahina”, que era de la familia, así es que nos subíamos en uno de sus buses y nos íbamos a la orilla del mar con todos los niños. En general íbamos a Vaihu, que considerábamos que estaba muy lejos, porque los caminos eran de tierra, malos y nos demorábamos en llegar. Llevábamos agua y nos quedábamos una semana fácilmente. Lo pasábamos muy bien con mucha vida de familia.

Lía Hernández

Como Juan trabajaba en Servicio Público teníamos los fines de semana libres, no como ahora que somos independientes y trabajamos de lunes a lunes.

Además del trabajo de SERNATUR y la Televisión, le pidieron a Juan hacerse cargo de la Estación Sismológica de la Universidad de Chile. Era una casa que estaba antes del aeropuerto, aún están los cimientos, después se trasladó a Vaitea, pues estaba alejado de todo movimiento de autos, lo que muchas veces alteraba las mediciones. Ahí Juan construyó un lugar.  Siempre me voy a acordar, creo era un domingo, que hubo un temblor muy fuerte y que las ventanas y puertas de la casa sonaban y se movían. Mucha gente se asustó y algunos continentales se querían ir al no saber que podía pasar.  Al día siguiente Juan fue a ver los registros y estaba marcado un temblor grado 6.2. La Isla siempre se mueve, hay una actividad sísmica permanente.

La televisión nacional estaba en Tu’u Ko Ihu, vivimos al principio en la misma casa. Toda la programación llegaba envasada y muchas veces no llegaban los capítulos de las teleseries y todos reclamaban. Esta era la única entretención de la población. Comenzaba a las 6 de la tarde con programas de niños, después las noticias atrasadas y después algunos programas y películas, terminaba a las 12 de la noche. Lo lindo de esa época era que se podían hacer programas locales en vivo y en directo. Desgraciadamente cuando hubo cambio de gobierno se cortaron estos programas que mantenían a toda la comunidad informada. Bueno después se retomaron.

Después de la casa de la televisión nos fuimos a vivir a la casa de SERNATUR, frente a Pea. La parte delantera de la casa era la oficina que se comunicaba con una puerta a la casa en donde vivíamos. La secretaria de SERNATUR era María Rosa, tan conocida por todos, y le decía a Juan, Cape (capitán).  Un año hubo un viento tipo huracán y botó el bosque que estaba en la cancha de futbol y voló el techo de la casa, así que tuvimos que parar los colchones para protegernos en la noche y nos fuimos a la casa de mi suegro en donde nos quedamos hasta que terminamos nuestra casa. Cuando Juan terminaba su trabajo llegaba a ayudar en la construcción. Cuando estuvo listo el dormitorio, el baño y la cocina nos vinimos a vivir a la casa.

Mientras los niños eran chicos me dediqué a la casa, colaboré en CEMA Chile varios años y tuve un programa de radio en donde dábamos recetas y hablábamos de cosas relacionadas con la familia. En esa época éramos muy pocos los habitantes así que la información llegaba a todos. También se sabía todo lo que pasaba, recuerdo una vez que una persona nos dijo: “estuvieron tal día en el PIDITI, vimos su auto”, y nosotros no habíamos ido. Resulta que el mecánico que estaba arreglando el auto había salido en él. Juan fue al taller y ahí estaba el auto lleno de tarros de cerveza. Los autos te acusaban.

Todos se ayudaban en esa época. Nadie hacía distinción de nada. No había esa diferenciación entre continentales e isleños, por lo menos yo nunca lo viví.

Juan renunció tiempo después a SERNATUR y se dedicó a trabajar independiente como Ingeniero. Algunos de sus trabajos fueron la construcción del aeropuerto, el Matadero de Hanga Piko, el Hotel de Matías Riroroko, haciendo los planos de la primera parte del Hotel.  Después hicimos el servicentro y otros trabajos chicos.

Recuerdo que el gobernador le pidió a Juan hacerse cargo del desembarco de los troncos del “Regent Oak”, el barco que encalló frente a la costa de Hanga Roa. Él contrató a muchas personas para cortar toroko (maicillo) y con estos atados de pasto absorber el petróleo. Después los sacaban del mar y los quemaban formándose unas bolitas de petróleo que se acopiaban en tambores. Recibió un reconocimiento por haber podido hacer este trabajo en tan corto tiempo. Un trabajo ecológico de vanguardia para esa época. Con la plata que ganó de este trabajo tuvimos nuestras primeras vacaciones, fuimos a Santiago.

También Juan fue Agente de Nave, es decir, recibía los barcos que llegaban a la Isla, un trabajo que hace poco dejó. Fue una linda experiencia. Recuerdo la llegada de un yate, Juan ayudó a su dueño y de agradecimiento él me pidió eligiera lo que quisiera del catálogo de una tienda. Resulta que él era dueño de una cadena de tiendas en Estados Unidos y yo elegí una chaqueta con chiporro y para los niños unos bolsos. Después de un tiempo recibimos la casaca con mi nombre y dos bolsos con los nombres de cada uno de los niños.

En esa época empezamos la bomba de bencina como SUNOCO y después fue COMAR. Un día llegó un turista y Juan lo atendió, su hija tenía un problema y yo le pasé un remedio. Resultó ser uno de los dueños de la Empresa de Gasolina que al llegar al continente planteó que no había encontrado muy bien la construcción de la bomba y ayudó a que todo mejorara.

Fuimos uno de los primeros en hacer una plantación de piñas frente a Orito. Orlando Paoa nos pasó un terreno antes de Manavai Tokerau. Plantamos piñas y se dieron preciosas, grandes como barrilitos. Tuvimos la plantación hasta que empezó la filmación de la película Rapa Nui. Toda la gente se fue a trabajar en la película y nos quedamos sin ayuda. También tuvimos criadero de langosta, teníamos dos piscinas aquí detrás de la casa. Michel García enseñó a Juan un sistema de filtrado en base a aire. Dos a tres veces a la semana debía ir a buscar agua salada. De lunes a viernes se compraban las langostas a los pescadores y se ponían en trampas que tenía en Hanga Piko y Vaihu, desde ahí se llevaban a las piscinas.  Era una tarea ardua y costosa. La idea era también poder criar langostas a partir de los huevos que estas ponían. Comprábamos atún para dar comida a la langostas y también hacia bandejas chicas con atún fileteado para vender. La gran parte la vendíamos al “Kai Kai “, que es la empresa que hace la comida para el avión.

Cuando mi hija mayor entró a 7º básico me fui al continente ya que Juan había tenido la experiencia de estudiar allá sin sus padres, no lo había pasado bien y no quería eso para nuestros hijos. Fue una buena idea ya que estuvieron siempre acompañados. Muchos niños de esa época lo pasaron mal y algunos regresaron sin terminar sus estudios. El cambio de la Isla al continente era muy grande y más sin la familia, era difícil.

Mi hija mayor, Lía, terminó la Enseñanza Media y estudió arquitectura, hoy es arquitecta. Iovanni, mi segundo hijo, está en el continente, es geógrafo y trabaja en DGAC (Dirección General de Aeronáutica Civil). La menor, Merahi, nació 18 años después de la Lía.  Estudió primero antropología en la Universidad Católica y se salió, ahora entró a estudiar al Culinary, Administración de Arte Culinario. Muchas veces me dicen por Merahi si es mi nieta, mi makupuna. Y yo digo, ¿me veo tan vieja?

Cuando Merahi era chiquitita llegó a nuestra casa Maeva, tenía 12 años y ayudaba a cuidar a Merahi.  Ella venía todos los días, a veces se quedaba a dormir y de a poco se fue quedando más días, hasta quedarse definitivamente hasta el día de hoy. Fue después a estudiar Administración de Empresa y estuvo a cargo del departamento de Evaluación de Proyectos de la CONADI y ahora está de profesora en la Aldea, en tercero y cuarto medio, en la Especialidad de administración. Ella es muy activa, vive acá y ahora está cuidando y viviendo en unas cabañas que hicimos, aunque se construyó su casa y la tiene arrendada. Tiene además una tienda de ropa. Ella es nuestra hija, la cuarta, ya que llegó después de Merahi.

Cuando llegué a la Isla me tocó preparar la comida con fuego, faltaban muchas cosas, llegaba un avión a la semana y un buque al año.  Se acababan las verduras. Solo había unos pocos negocios que traían lo básico. Yo armé mi huerto con todo tipo de verduras, para poder tener principalmente para los niños y hacia yogur de pajaritos.

Algo significativo fue que mi mamá haya muerto en la Isla y esté enterrada acá. A mi mamá le diagnosticaron un cáncer terminal. Ella fue siempre una mujer independiente y de la noche a la mañana se enfermó. Estaba sola y decidimos traerla a la Isla. Al poco tiempo de haber llegado murió. Esto me ha dado tranquilidad y ha sido importante que haya quedado acá conmigo, ya que éramos solo las dos.

Mi familia rapa nui, estuvo siempre a mi lado. Los almuerzos familiares los domingos fueron también muy significativos. Mi suegro Juan los hacía para todos sus hijos y nietos y todos debíamos ir.  Recuerdo que en una ocasión nos avisaron que venía como huésped a su Residencial Patch Adams. Aprovechando que estábamos toda la familia, nos pusimos a preparar camas y otros detalles. Parte del almuerzo lo preparamos para recibirlo, a él y a su comitiva, que eran tres personas más. Fue un día de fiesta, llegó vestido de payaso y los niños estaban felices. Un hombre muy simpático. Todo era un chiste.

Pero indudablemente lo más importante han sido mis niños, mis 4 hijos y mi marido, ya que hemos hecho todo juntos. Y ahora mis nietos.

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